“Para llevar una vida feliz es esencial una cierta capacidad de
tolerancia al aburrimiento. La vida de los grandes hombres sólo ha sido
emocionante durante unos pocos minutos trascendentales. Una generación
que no soporta el aburrimiento será una generación de hombres de escasa
valía”. Bertrand Russell
Ayer me comentaba una de mis
cuñadas que tenía muchas ganas de irse de vacaciones y “cansarse de
playa”. Entiendo perfectamente lo que quería decir, ya que el cuerpo nos
pide de vez en cuando no hacer absolutamente nada, pero: ¿creen que nos aburrimos lo suficiente?
Cuando nos excedemos, nuestra biología es tan sabia que nos fuerza a
descansar y nos quita la energía de forma natural. Aunque haya personas
que decidan manipularla, consciente e inconscientemente, el día que
salen con sus amigos, beben mucho alcohol y se levantan con una resaca
tremenda, ¿qué es lo primero que piensan al levantarse? Si son adictos
al juego o al sexo y sus líos y apuestas fugaces han traído unos efectos
colaterales duros e inesperados, ¿qué les pide el cuerpo, más o menos?
En el fondo todas las adicciones tienen una etapa de subida, una meseta y
una bajada o caída, y todos hemos pasado por alguna de ellas, ya que
hay adicciones evidentes como las drogas, el juego, el alcohol, la
comida o el sexo, y otras menos reconocidas como el trabajo, el deporte,
los fármacos o las compras. En los tiempos que corren, el ordenador, los móviles o los selfies fotográficos, temáticos y verbales, también producen una dependencia brutal. Todas ellas terminan por desaparecer, por voluntad propia o divina.
Buscar un antídoto mágico para manejarse en cada una de estas
situaciones adictivas es casi tan difícil como acertar con las palabras
adecuadas cuando de repente, por sorpresa y con poca ropa, conocemos a
nuestros futuros suegros. Pero creo que para dejar de necesitar algo hay que dejar de hacerlo,
poco a poco o radicalmente, como ustedes prefieran, pero hay que ir
abandonando y cediendo terreno ante esa actividad que nos erosiona. No
hay otra forma, como muestran las típicas clínicas de desintoxicación de
‘casi todo’ que vemos en las películas americanas: ‘el aburrimiento total’ es el elemento común en todas ellas.
A mí, por ejemplo, me hacen daño estas 4 cosas: el dinero, el trabajo, el móvil y las compras. El dinero porque tener mucho claramente estropea por dentro y no tenerlo, y desearlo, a mí me estropea por fuera. El trabajo porque, como escribí en este artículo titulado “Miedo a la productividad: la regla del 80-20”, creo que está planteado -en general- de una forma hipócrita, absurda e ineficiente. El móvil porque sus efectos adictivos (‘nomofobia’, del inglés ‘no-mobile-phone phobia’)
son muy parecidos a los del tabaco y, al igual que la nicotina en los
años 60s, 70s y 80s, todavía no somos conscientes de sus tremendos
efectos nocivos. Las compras porque, al igual que la
comida, el sexo, el deporte, las series de televisión o la multitarea,
no solo no nos dejan satisfechos sino que cuanto más lo tenemos, más lo
deseamos, ¿les suena de algo? Por el contrario me hace mucho bien
meditar, leer, caminar y, sobre todo, no hacer nada durante días
enteros, aunque si después de unos días de desintoxicación banal, vuelvo
al trabajo con muchas ganas, me alivia tener el móvil entre mis zarpas o
sigo comprando estupideces sin pensarlo, será señal de que no me habré
aburrido lo suficiente. Del dinero, mejor ni hablamos.
Fuente: El Imparcial
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